Llegamos al aeropuerto de LaGuardia a las doce de la noche. El plan de Alejandro de caminar por So-ho y ver al atardecer en el Brooklyn Bridge se esfumó después de las seis horas de retraso en el aeropuerto de Philadelphia. Por fortuna, los transportes nunca duermen en New York y pudimos descubrir cuál bus debíamos tomar para acercarnos al Subway.
Unos españoles que no hablaban inglés se nos pegaron como sanguijuelas para aprovechar cualquier información que Alejandro obtuviera de entes locales (principalmente de chicas, obviamente). Gracias a una chica serbia y su novio llegamos hasta Lexington Avenue en la frontera de Manhattan con el Bronx. No es que tuviéramos miedo pero tantas películas que pintan al Bronx con colores peligrosos crispo nuestros nervios. Ignoro que pasaba por la mente de Alejandro pero yo temblaba al imaginarme el tamaño de las ratas que había en los socavones y túneles del metro de New York, mi miedo se sublimaba si pensaba en tantas películas y videojuegos que afirman que esos animales eran mutantes.
Para nuestra fortuna no nos atacó ninguna rata mutante y ninguna pandilla nos robó el equipaje, por lo que llegamos a salvo a So-ho para dormir 12 horas seguidas.
El día siguiente el plan fue comernos la Gran Manzana. Así que caminamos por todo Broadway Ave. hasta llegar al Centro de Manhattan. Llegamos a un lugar con anuncios luminosos por todas partes, que según Alejandro se llama Times Square y que yo recordé haberlo visto en alguna que otra película. Aunque parezca mentira dedicamos más tiempo a visitar una juguetería que el Empire State. Mientras Alejandro regresaba unos 20 años en el tiempo yo pensé en comprar algunas casas de Lego para hacerme una casita. También le dedicamos bastantes minutos a la tierra de los M&M’s.
Al día siguiente paseamos por Central Park, donde me encontré con un mapache muy amistoso que me platicó de la vida de los animalillos que viven en el gran pulmón niuyorquino. Me invitó a visitarlos otro día para que me presentara a las ardillas y los pájaros pero por desgracia solo nos quedamos tres días y ese lapso de tiempo en la Gran Manzana es como una cucharada de un gran platillo.
Lo más decepcionante del viaje fue la Estatua de la Libertad, pues además de cara resultó mucho más pequeña de lo que la muestran las películas. Lo que me hace pensar que Godzilla, King Kong o Cloverfield no eran tan grandes después de todo.
Se que Alejadro quisiera hablarles de la Zona Cero o de las canchas célebres de básketball, pero como este es mi blog no aparecerán aunque a Alejandro no le parezca. Así que los invito a leer el próximo post con la siguiente etapa del viaje, Boston!