Por cuarta ocasión escuché la prerorata sobre la falta de olor del mar barcelonés. Suficiente enfado tenía a causa de que salobre aroma del mar se escondiera de su nariz para que ahora tuviera que buscar estrellas para completar el momento romántico a orillas del mediterráneo.
Escuché que le contaba con esa voz entre divertida y nostálgica cómo de pequeño solía voltear al cielo para buscar las tres estrellas ligeramente alineadas que sus padres, grandes conocedores de la astronomía infantil, le confirmaron que eran los Tres Reyes Magos.
Con esa misma voz, le contó también de la comida que dejaba para los Santos Reyes y sus animales, pero sobre todo acerca de las cartas que dejaba en sus ténis de basquetbol. Creo (y eso que llevo de conocerlo apenas cinco meses) que esas misivas llenas de ilusiones y alusiones fueron sus primeras redacciones importantes. Lástima que nada quede de esas piezas de literatura infantil pues su mamá tuvo que deshacerse de ellas para preservar intacta su feliz ingenuidad.
Siguiron platicando de los Reyes Magos mientras yo cavaba hoyos en la arena para ver si los cangrejos catalanes también eran mamones. Los dejé felices fantaseando sobre camellos, elefantes y caballos desafiando la gravedad en la estratosfera. Creo que se es más feliz creyendo en eso que sabiendo que lo que se ve en las noches estrelladas de diciembre y enero son las reacciones nucleares de Betelgeuse de Orión, Sirius del Canis Mayor y Porcyon del Canis Mynor.
Con recuerdos distintos y difuminados de los seises de enero de su niñez, Alex y Ana echaron un último vistazo al cielo barcelonés y con el mismo abrazo que se sentaron en la playa caminaron lentamente hacia el metro. Cambiaron de tema y yo me quedé dormido.
2 comentarios:
Madrid te extraña Scorchy!! :D
Cuénteme cómo conoció a Álex
Publicar un comentario