La continuación de nuestra aventura británica nos llevó a Aberystwyth -ciudad de pocas vocales y muchas gaviotas-, donde Alejandro presentó una ponencia sobre ese tema de los aviones que se estrellaron contra las Torres de Nueva York.
La universidad estaba enclavada en un cerro, donde se podía dominar toda la costa galesa...breathless, diría Alejandro con un tono britón bastante gracioso. Mientras el desempacaba y se dirigía a la primera sesión, yo sali al bosque para entrevistarme con la fauna local. Algunos conejos, ovejas y mirlos bastante simpáticos me dieron la bienvenida a sus dominios.
Alejandor se decepcionó un poco cuando vio puras cabecitas blancas en el congreso, es decir la media de edad superaba a la de sus padres. Seguro se le reventó la burbuja en la que puras investogadoras suecas y eslovacas presentaban en un salón de congresos con poca ropa... En fin, para hacer el cuento corto, eramos los únicos hispanohablantes y obviamente los únicos latinoamericanos. Casi la mayoría de lso asistentes era inglés y viejo.
A pesar de eso, hacia el final del día, Alejandro pudo encontrar a gente de su edad que también presentaban alguna ponencia: un australiano, un italiano, una sueca, una suiza, una turca y una escocesa. Con ellos prácticamente pasamos todos los descansos, disfrutamos del pastel y el café gratis, y de los brindis con vino en donde te podías servir todas las copas que quisieras.
La ponencia de Alejandro estuvo más bien vacía, no es el mejor escenario para iniciar una carrera académica, pero algo es algo, bien podía haber estado sólo yo. Compartío el presidium con Katherina, la chica sueca que hablaba más o menos de us mismo tema. No hubo muchas preguntas y menos para Alejandro, seguro porque era un congreso sobre historia de los medios de comunicación.
Sobre el pueblo, les puedo decir que lo caminamos todo en un día, desde sus ruinas celtas hasta el mirador, pasando por la bonita cala donde para nuestra fascinación ondeaba una bandera catalana como parte de una muestra de banderas de naciones sin país.
La universidad estaba enclavada en un cerro, donde se podía dominar toda la costa galesa...breathless, diría Alejandro con un tono britón bastante gracioso. Mientras el desempacaba y se dirigía a la primera sesión, yo sali al bosque para entrevistarme con la fauna local. Algunos conejos, ovejas y mirlos bastante simpáticos me dieron la bienvenida a sus dominios.
Alejandor se decepcionó un poco cuando vio puras cabecitas blancas en el congreso, es decir la media de edad superaba a la de sus padres. Seguro se le reventó la burbuja en la que puras investogadoras suecas y eslovacas presentaban en un salón de congresos con poca ropa... En fin, para hacer el cuento corto, eramos los únicos hispanohablantes y obviamente los únicos latinoamericanos. Casi la mayoría de lso asistentes era inglés y viejo.
A pesar de eso, hacia el final del día, Alejandro pudo encontrar a gente de su edad que también presentaban alguna ponencia: un australiano, un italiano, una sueca, una suiza, una turca y una escocesa. Con ellos prácticamente pasamos todos los descansos, disfrutamos del pastel y el café gratis, y de los brindis con vino en donde te podías servir todas las copas que quisieras.
La ponencia de Alejandro estuvo más bien vacía, no es el mejor escenario para iniciar una carrera académica, pero algo es algo, bien podía haber estado sólo yo. Compartío el presidium con Katherina, la chica sueca que hablaba más o menos de us mismo tema. No hubo muchas preguntas y menos para Alejandro, seguro porque era un congreso sobre historia de los medios de comunicación.
Sobre el pueblo, les puedo decir que lo caminamos todo en un día, desde sus ruinas celtas hasta el mirador, pasando por la bonita cala donde para nuestra fascinación ondeaba una bandera catalana como parte de una muestra de banderas de naciones sin país.
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