Hoy fuimos convocados a una movilización contra las FARC. Ya había oído discutir del tema a Alejandro con sus amigos colombianos. Ellos le decían “Si hay algo en que 99% de los colombianos están de acuerdo es en estar contra las FARC”. Yo no sabía que eran las FARC. Por las discusiones entendí que eran unos robots que decían que iban a ayudar a la gente pero nada más secuestraban y mataban. Tuve que ponerme en contacto con la red de puercoespines del Valle del Cauca y de Putumayo para preguntarles por las temibles FARC. Lo que me respondieron mis colegas animales de las selvas colombianas es que eran personas que vivían en la selva y que robaban animales. Muchas vacas, cerdos y chivos habían sido secuestrados y ninguno había vuelto a saber de ellos. Los animales de la selva estaban muy indignados, y al parecer también las personas.
Es así como nos encontramos al caer la tarde en Plaza St. Jaume en medio de cantos, consignas y banderas. Para ser una marcha en tierras catalanas —nuestras anteriores marchas fueron bastante escuetas y desorganizadas— la participación fue notable. Lo mismo se puede decir de la organización. Escuchamos discursos coherentes de parte de una sociedad civil que está harta de tener miedo. Hubo arengas despolitizadas de jóvenes, y no tan jóvenes, que están lejos de su patria pero que la llevan prendida a la altura del corazón. Presenciamos la momentánea unión de una comunidad que sacó sus banderas y se vistió de blanco para expresar su rechazo a la violencia. Nos contagiamos de ese sentimiento y al ritmo de Juanes lo compartimos y lo cantamos con el vecino.
Seguro era el único puercoespín en la plaza y con alta probabilidad Alejandro era el único mexicano, sin embargo por unos minutos nos sentimos tan colombianos como todos.
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