martes, 24 de abril de 2007

De butacas y acordes


La música es un invitado que nunca se va de esta casa. Ya sea en fiestas, comidas, en el metro o en la soledad del trabajo las dos cajitas musicales siempre tienen una melodía para rellenar el aire que respiramos. Cuando no escuchamos ni una nota, los muchachos y yo tomamos la temperatura de Alejandro para verificar que no esté enfermo.

A pesar de nadamos en música jamás había ido a un concierto. La única vez que se presentó la oportunidad, no me llevó pues era en una discoteca y según Alejandro me podía perder. Yo creo que más bien tenía intenciones de ligotear y no quería intromisiones puercoespinales.

Ya lo había estado molestando con que me llevara a un concierto y lo único que me respondía era un -son muy caros Scorch-. Por suerte esta última semana mi suerte cambió y con emoción recibí la noticia de que iríamos a un concierto el sábado por la noche y a otro el miércoles.

Lo que parecía una semana tranquila sin idas a la universidad y sin visitas en casa se convirtió en un paraíso de butacas y acordes. Quería narrar esta semana en un solo post pero como los tres conciertos a los que fui fueron diferentes le dedicaré a cada uno un espacio diferente. Los amantes de Loreena Mckennitt, Luis Eduardo Aute y Lluis Llach, y aquellos que conozcan las debilidades musicales de Alejandro se divertirán con los posts.

domingo, 8 de abril de 2007

Un pedazo de muro



Manchus y yo poco sabemos sobre la historia de los hombres. Sin embargo, un tema sobre el que estamos someramente enterados es la Segunda Guerra Mundial. Con frecuencia dan documentales en la televisión que hacen recreaciones de los combates o cuentan algún detalle curioso de ese evento. Hemos también estado en sesiones de cine joligudense que nos han divertido bastante.

Pero Berlín no fue como una de esas películas. Caminamos y caminamos. Visitamos museos, monumentos, iglesias, hasta los restos de una pared. Si no fuera por sus conversaciones Manchus y yo nos hubiéramos aburrido de los lindo.

Por ejemplo, ante un parque con juegos para niños y una pequeña escuela Alejandro comentó lo siguiente:

—Es increíble que ahora jueguen niños sobre este lugar. — Exclamó Alejandro después de que Mr. Pieper le explicó que en esa manzana estuvo ubicada la última casa de Adolf Hitler y que su famoso ahora estaba cubierto por bloques habitacionales.

Mr. Pieper es papá de Johannes, nuestro anfitrión y abuelo de Juanito, un oso muy grande que nos dijo muchas cosas de Berlín. No sabíamos que estuvo dividida por un muro y que la gente se peleaba por saltarlo. Le encontramos sentido a la historia hasta que visitamos Checkpoint Charly y nos enteramos de todas las historias de escape de Alemania de Este a Alemania del Oeste. Ese fue un museo divertido pues parecía salido de esas películas que comentaba al principio. Sin embargo, Moni y Alex no salieron tan a gusto pues argumentaban que era una visión demasiado gringa y parcial del Berlín de la posguerra.

No sabemos si Moni y Alex estaban en sus cinco pues se tomaban un litro y medio de cerveza diario, así que no les hacíamos mucho caso y nos aprovechamos de sus etílicas costumbres y les robamos varios centilitros.

Como no nos dejaron comprar souvenirs para la comitiva nos tuvimos que traer cachos de esa pared que tanto fotografían.