domingo, 24 de mayo de 2009

Olé, Olé, Sevilla




El año pasado también fuimos a Sevilla. Fue nuestro último paraje con Molo y Samara. Esto es importante porque fuimos específicamente a Sevilla por la Bienal de Flamenco. No, Alejandro no ha abandonado el doctorado y se ha metido de cantaor, pero nuestra amiga Samara sí se deja tentar por “el duende” y nos dio unas clases de apreciación del cante en el único concierto al que la acompañamos.


Además de ser la capital del flamenco, Sevilla es una ciudad de esas con ríos en medio que nos gustan tanto. En este caso es el Guadalquivir el que parte la ciudad en dos y nos deja paisajes dignos de disfrutarse en una tarde de otoño. Por ejemplo, pasear por la riera y encontrarse la Torre del Oro o la Plaza de Toros.


Otro paraje curioso es la Catedral, con su torre de la Giralda donde las gitanas se ponen a leer la mano de los turistas ingenuos que cuando se dan cuanta tienen que desprenderse de un euro o exponerse a una fea respuesta de la pitonisa. Sin embargo mi lugar preferido fue el Parque María Luisa, porque albergaba una variedad de plantas muy sabrosas que a su vez alojaban insectos suculentos que salían después de que acabara de llover.



Para Alejandro también merecen mención especial la comida y la bebida, y específicamente su módico precio —ajustado a los bolsillos andaluces— en comparación con Barcelona.


Bueno, con este pequeño post acaba la remembranza de ese 2008 que nos dejó tantas aventuras.