miércoles, 21 de mayo de 2008

Ismael Serrano 1.0 y 2.0


Perdonaran ustedes la tardanza en las labores blogísticas de este puercoespín, pero últimamente Alejandro me ha mantenido alejado del ordenador pues dice que las Musas lo han visitado y gracias a sus sabias e inspiradoras palabras ahora puede escribir más fluidamente.

En fin, aprovecho que dejó música de Ismael Serrano en la cajota musical para contarles que estuvimos en Plumayé escuchando a este cantautor madrileño, del que Alejandro se enamoraría si no fuera hombre.

El primer concierto fue en los primeros días de diciembre. Atendimos Gaby, Patu, Gordu, Gilmar, Alejandro y yo. Alejandro no se cansó de cantar, incluso a pesar de las miradas matadoras del vecino de butaca. Gilmar, todavía dolido de sus desencantos amorosos, sufrió algunas canciones más que otras y Gaby quedó gratamente impresionada del carisma del joven madrileño. En dos horas conocimos a Casandra y vimos la tierra en los ojos de los habitantes de Alfa Centauri. También conocimos la historia de un diputado que se enamora de una chica de 15 años (fantasía de Alejandro y Gilmar) y los recuerdos de las épocas de “vino y rosas”. Salimos contentos todos y celebramos con unas cervezas.

Unos meses después, febrero si no me equivoco volvimos a otro concierto de Serrano. Además de nosotros, el único que repitió fue Gilmar. Por esas fechas KT ya era una habitante frecuente de nuestra habitación y de las noches de bares. Así que nos acompañó al recital junto con Sonia y Noemi. El concierto fue en un teatro más pequeño que el primer, por lo que estuvimos más cerca del escenario. El concierto fue muy similar, sin embargo el aire de intimidad que le dio el teatro emocionó al público y contagió al concertista que nos regaló media hora más de historias y canciones. Durante la última media hora Gilmar, Alejandro y yo saltamos varios lugares y quedamos a poco más de 5 m. del escenario cantando toda canción que nos proponía.


Al salir del teatro caminamos un rato por una Calle de Sants encharcada para dejar que se diluyeran las gotitas de música que traíamos pegadas antes de tomar el metro de regreso a casa.