sábado, 29 de agosto de 2009

Paris Je t'aime



Una vez que Alejandro ha terminado su primer capítulo y mientras se divierte jugando como un niño con su pelota de basket en la sala, por fin he podido apoderarme de su lap-top.

Esta vez les contaré las viscictudes de nuestra segunda visita a Paris. Esta visita nació de la frustración que nos dio después de no poder ir a Helsinki a ver a Caro y su compañero Pingüi. Así que una vez que Caro y Pingüi confirmaron su visita a Barcelona simplemente decidimos acompañarlos a Paris.



De último momento Gilmar también se unió a la expedición y nos embarcamos en un vuelo de Vueling a las 6 am que como saben afectó bastante a mi dormilón compañero Alejandro.

A pesar del horario -o gracias a él- pudimos aprovechar muy bien nuestro primer día en la Ciudad Luz. Gilmar, Alejandro y yo nos quedamos en casa de Angéle -una vieja amiga de Alejandro- mientras que Caro se hospedó con una amiga suya.

Todavía ni habia pasado medio día cuando el equipo ya estaba partido ya que no pudimos encontrar a Caro. Gracias a la maravilla de los teléfonos móviles (y una factura posterior de 50 euros) nos pudimos encontrar de nuevo y turistear por esa iglesia con gárgolas parlanchinas que sale en tantos libros y películas. También paseamos por el Sena, curioso río ese, pues no hay patos, peces, nada de nada y todo munod le toma fotos como si fuera la novena maravilla del mundo, en fin turistas.

El día siguiente estaba emocionado pues Gilmar nos iba a llevar al mercado de pulgas, donde yo pensé que podría comprar un quiche o una crepe de pulgas para comer, pero cuál fue mi sorpresa cuando sólo vi un mercado parecido a la lagunilla, donde los insectos más numerosos eran las presumidas moscas parisinas.

Como la lluvia nos sorprendió el domingo tuvimos que ir al Centre Pompidou a guarecernos. Vimos una linda exposición de esculturas de Alexander Calder sobre el circo y burlando la seguridad pude subirme al trapecio y a la jaula de los leones, que afortunadamente eran de alambre.

Al otro día emprendimos la expedición al Palacio de Versalles. Contra las recomendaciones de Angéle llegamos tarde y tuvimos que hacer una cola de dos horas. Aun así pudimos ver el show de fuentes (que nada tiene que pedirle al de Barcelona) y la majestuosidad de las cámaras, antecámaras y ante-antecámaras de ls reyes franceses.

Por último, y aunque ese día la noticia fuera el breve rifi rafe entre Gilmar y Caro a causa de no ponerse de acuerdo en dónde comer, fuimos al celebre Louvre para ver algunas de las pinturas que rebosan los libros de historia del arte. Obviamente, no pudimos ver todo el museo, pero salimos con buen sabor de boca.

Ese mismo día hicimos un pic-.nic junto al canal de St. Martin con Angéle y por fin pude probar algunos mosquitos franceses acompañados con algo de hierba.


Dicen que la tercera es la vencida, así que no dudo que regresemos a Paris en algún otro momento.