lunes, 25 de enero de 2010

Penny Lane… stop and say hello





Nuestro último viaje del año pasado lo hicimos al Reino Unido, y fue cortesía de la Universitat Pompeu Fabra. Sucede que en su faceta académica a Alejandro se le ocurrió presentar un comunicado para un congreso en Gales y éste fue aceptado. De esta manera tuvo que interrumpir sus arduas y agotadoras sesiones de lectura para escribir una ponencia sobre su tema de tesis.


Una vez escrita su ponencia se enteró de que la coqueta conferencia tenía un costo de 280 libras esterlinas. Ignoro lo que signifique dicha cantidad pero me comentó que de pagarlo tendríamos que comer a la carta, es decir que comería el que obtuviera la carta más alta de un mazo. Así que sólo le quedaba recurrir al verbo, pero esta vez en vez de intentar enamorar a alguna chica la tarea era conseguir que la universidad patrocinara nuestro viaje. Para nuestra fortuna, la universidad picó el anzuelo y no sólo pagamos la conferencia sino los boletos de avión.


¡Es así como nuestra aventura de verano tuvo como primera escala Liverpool, la tierra de "The Beatles"!


Nos quedamos en un hostal barato muy cerca de la Gran Catedral Anglicana, que según los ingleses es la más grande de Europa.

El primer día hicimos una caminata de reconocimiento y una pertinaz lluvia nos atrapó y dejó como pan mojado. Afortunadamente pudimos llegar al famoso Albert Dock y refugiarnos en la tienda de "The Beatles". Entre memorabilia, música y souvenirs, Alejandro se transportó a los 60’s. Como hacía horas que no comíamos, lo tuve que sacar de su ensoñación para avisarle que había dejado de llover y que sería adecuado ir en busca de alimento.


De esta manera fuimos en busca de un supermercado ya que nuestro presupuesto eraera insuficiente para los restaurantes. Habíamos escuchado la leyenda de que en los supermercados británicos rebajan la comida que está a punto de caducar y afortunadamente para nuestro presupuesto la leyenda resultó ser cierta. Alejandro sobrevivió con jamón y queso y yo con algunas lechugas y con los insectos que pude encontrar.


Ese mismo día conocimos a unos brasileños en el hostal y a pesar de que ellos no hablaban español ni nosotros portugués nos entendimos bastante bien y organizamos una excursión para buscar Penny Lane, la famosa calle de la infancia de Lennon y McCartney. Después de 2 horas de caminata y varias cervezas camineras la encontramos e instalamos el estudio fotográfico en la famosa calle que antes de ser inmortalizada quería ser rebautizada por el ayuntamiento de Liverpool, pues el Capitán Lane (del cual viene el nombre de la calle) era un traficante de esclavos.


Los amigos brasileños nos abandonaron el día siguiente, así que tuvimos que organizar nuestras propias expediciones. Ese día entramos al Tate Museum y paseamos por un centro comercial enorme para buscar regalitos para la familia mexicana. Su familia fue muy recordada en este viaje, en especial su mamá, pues ella fue la culpable de que Alejandro se convirtiera en un vicioso de la música del cuarteto más famoso de Liverpool.


Como si escuchara el consejo de su madre en la oreja, Alejandro se decidió a gastar las 17 libras del The Beatles Story y se volvió a perder en su propio cielo con diamantes. Pocas veces lo he visto tan contento en un museo tan caro, y no era para menos, podía palpar toda la historia de sus músicos favoritos.

Para cerrar el viaje con como se merece fuimos en pos de The Cavern. Mientras hacíamos nuestra acostumbrada sesión de fotos en la entrada, unos simpáticos lugareños nos explicaron la historia del bar donde tocaron los Beatles por primera vez y nos animaron a entrar en el bar y a retroceder en el tiempo con un delicioso pint de cerveza.

Al día siguiente le dijimos good bye a Liverpool pero el se empeñó en decirnos hello.