sábado, 27 de enero de 2007

El primer regreso


Es mi primer regreso desde que estoy detrás del Gran Mar. De hecho es mi primer regreso a alguna parte. Sentía ruidos en mi pancita y aunque cueste creerlo no se debían a la comida de avión ni a la molesta experiencia de la Terminal 4 de Londres. De hecho, estoy convencido que el estatus de mi tripa se debía a la emoción esperanzada que te inunda cuando vuelves a ver a alguien querido después de una ausencia.

Al llegar a la aduana me escapé de la mochila y trepé al hombro de Alejandro para no volver a pasar por la cueva negra de nuevo. Encaramado en el hombro de Alejandro logré tener mayor visibilidad y divisé antes que él a sus hermanos. Le piqué la oreja para avisarle pero ya se había dado cuenta. Cuando fueron a nuestro encuentro pude notar que algo se movía dentro de la bolsa de su hermana. ¡Eran mis primos! Nos abrazamos y les entregue los regalos que les traía. No había terminado de darles sus regalos cuando ya se estaban burlando del acento con el que hablaba y de las palabras que usaba.

Durante el día actualizaba a Urchy y Torchy en mis andanzas. Les contaba de las bayas suecas y los insectos curados o jugábamos con el deslizador sónico hasta que Alejandro nos regañaba diciéndonos que era el Mouse de su computadora y no un deslizador sónico como el del Duende Verde. Gran parte de la mañana se nos iba en molestarlo, pero era una cadena de molestias ya que mientras nosotros le picábamos las orejas o le robábamos su cámara el molestaba a su mama o a su hermana, así que si se queja no lo tomen en serio.

Como a Alejandro ya está más visto que un tebeo decidí no acompañarlo en su gira social. Daban las seis de la tarde y no fallaba el “Ya me voy” o “Nos vemos al rato”. Dejaba todo lo que estaba haciendo, ya fuera de la escuela o de la NBA y se cambiaba, se perfumaba, se metía a la bolsa su moderna libreta telefónica en papel bond, recargaba uno de los cadáveres de celulares dejados por su hermano, tomaba su monedero y sus llaves y salía presuroso a encontrar a algúna amiga. No lo volvíamos a ver hasta las once o doce de la noche, hora en la cual le prometíamos no subirnos en el deslizador sónico si nos daba de cenar.

2 comentarios:

Antonio Leon dijo...

hola, esta cura el blog, saludos!!

Anónimo dijo...

Scorchy lo siento pero no sé quien está más pirado si tú, tu dueño o tus primos y tu tía. En fin veo que has dado el rol por el mundo y eso ya es bastante. Además me enteré que eres un pijo de Barcelona, y que sólo viajas en primera clase, mis respetos...