lunes, 15 de enero de 2007

Heathrow


Al llegar a Londres tuve que apretarle la nariz a Alejandro para despertarlo. No fue tarea sencilla interrumpir la frecuencia de su sueño REM y mucho menos sí estaba potenciado por el remanente sanguíneo de los cubatas, el vino tinto y las colas de mono de la cena navideña.

Justo antes de que entrara en estado de cruda aprovechamos su última rayita de lucidez para adelantarnos a los demás pasajeros y tomar el bus hacia la Terminal 4 de Heathrow. Como faltaban más de dos horas para tomar el vuelo de regreso a casa, Tencho creyó adecuado que buscáramos algo de comida. Yo me saboreaba unas ricas bayas y de seguro Tencho tenía en su imaginario un refrescante jugo de eucalipto.

Mientras discutíamos sobre lo que buscaríamos primero, nos topamos con el siguiente letrero franqueado por un par policías:

Passengers are allowed to carry ONE item of hand baggage, no larger than:

  • 56 centimetres tall (approximately 22 inches)
  • 45 centimetres wide (approximately 17.7 inches)
  • 25 centimetres deep (approximately 10 inches)

All liquids must be in individual containers not greater than 100ml capacity. They must be placed in one transparent re-sealable transparent bag, no larger than 20cm x 20cm (8" x 8") in size, and fit comfortably inside the bag so it can be fastened closed.

Pasamos entre los dos guardias y escuchamos un -Sorry ma’m, just one item of hand bagagge is allowed.- con el que uno de los guardias de seguridad recibió a la pasajera española que venía cargando dos maletas. La españolita había caminado varios metros a nuestro lado y Alejandro le dedicaba unas miradas muy poco discretas.

Cuando abandonamos a la fémina nos topamos con más policías con piel morena y acento de canción de los Beatles. Pasaban diciendo -Lap tops outside your bagagge, please.

Ya sin la distracción de la coqueta española y con los primeros síntomas de la cruda en su cabeza, Alejandro acató la orden y sacó su computadora de la mochila.

Pasaban los minutos y Goaty, Tencho y yo nos divertíamos viendo los malabarismos de los pasajeros. Unos intentaban meter mochilas en mochilas y bolsas en bolsas, otros parecían ordenar alfabéticamente sus cremas, pastas y perfumes dentro de bolsas transparentes y unos más, como Alejandro, cambiaban su portátil de mano cada vez que se les dormía el brazo.

El show entraba en su mejor parte cuando se acercaban a la puerta luminosa. Resguardando ese portal peliculesco había una convención aún más numerosa de policias. Obligaban a los pasajeros a vaciar sus bolsillos, quitarse aretes, pulseras, cinturones, chamarras y zapatos para ponerlos en un deslizador que entraba a una cueva oscura. Ante la agresiva amabilidad de los guardias unos tropezaban, otros chocaban con el de adelante y todo para hacer sonar unas campanitas al pasar por debajo de la puerta luminosa.

Cuando llegamos estábamos tan entretenidos viendo como Alejandro se quitaba los zapatos y se atoraba quitándose la chamarra que no vimos cuando nos puso en el deslizador plástico. Cuando quisimos reaccionar ya nos había tragado oscuridad. Pensamos que saldría un oso o un monstruo fangoso que nos comería de un bocado. Afortunademente cuando la imaginación se empezaba a sublevar vimos la luz al final de la cueva y a Alejandro esperándonos con una sonrisa burlona y cariñosa.

-Ya ven pequeñines, acaban de pasar su primera prueba de miedo, lo que ellos quisieran es que jamás saliéramos de la cueva.


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