viernes, 19 de octubre de 2007

La isla de la fantasía


El viaje a Naxos lo hicimos en barco. Pero no en uno de esos barcos que pasan en "Piratas del caribe" que se bambolean con cualquier ola. Tampoco era un Titanic. Más bien era como la ballena que algún día vi en un libro de Alejandro que decía Melville en la portada. Nos posicionamos en la cubierta y Manchus y yo contamos 15 camiones y 10 autos que entraron en su panza. Ya no contamos el número de pasajeros pero seguro que le cabían más que a dos aviones juntos.

Mientras Alejandro fingía que oía música yo sabía que luchaba contra su mareo pues el color de su cara era casi verdoso. Manchus y yo aprovechamos su estado para pasear por los camarotes, los bares y la cabina del barco. Creo que recorrimos todo el barco pues el viaje duro cerca de seis horas y nosotros no nos aburrimos.

Ya en tierra firme los colores regresaron a la cara de Alejandro. No besó la tierra porque el choque visual era tan agradable que ver el suelo hubiera sido desperdiciar los golpes de vista. La postal inicial que nos presentó la isla fue la de un pequeño cerro con las ruinas de la puerta de un tempo cuyo único fondo era el mar Egeo. Las casitas del pueblo eran cúbicas y blancas con algunos detalles azules aunque bien podría ser que el mar les prestara su color para hacerlas más pintorescas.

Nos quedamos en una de esas casitas y para alegría de Alejandro —que si fuera animal marino sería una ballena perezosa— el mar nos quedaba a escasos pasos. Como era de esperarse pasamos mucho tiempo como lagartijas en la arena. Moni y Alejandro leían en voz alta y Manchus y yo jugábamos a enterrarnos en la arena.

La comida fue muy buena para ambos. Yo encontré unos escarabajos bastante raros y saladitos y ellos eran agasajados por el dueño del hotel y chef del restaurante, que lo único que sabía decir en español era Nery Castillo, México”pues aun el citado jugador militaba en las filas del Olympiakos.

Por desgracia cuando uno se la pasa bien el tiempo pasa como un vencejo, así que antes de que pudiéramos acostumbrarnos a la isla de la fantasía ya era tiempo de regresar a Barcelona. Si me piden mi pequeña y espinosa opinión creo que regresaremos a Naxos más tempranos que tarde.


1 comentario:

Gilmar Ayala Meneses dijo...

Por desgracia cuando uno se la pasa bien el tiempo pasa como un vencejo, así que antes de que pudiéramos acostumbrarnos a la isla de la fantasía ya era tiempo de regresar a Barcelona.

La costumbre, Scorchy, puede ser un arma de dos filos...